Materiales y reflexiones en la intersección de la política, el clima y la economía.

Barbara Ehrenreich y la maldición de la clase media (y II)

Barbara Ehrenreich y la maldición de la clase media (y II)
Detalle de El Juicio Final, Angelico Giovanni da Fiesole (1431)

(La primera parte de esta entrada puede leerse aquí)

El análisis de los Ehrenreich sobre la posición contradictoria de la PMC en el capitalismo resulta muy útil a la hora de pensar algunos problemas actuales. Obviamente no tengo el tiempo o la capacidad para desarrollar cada uno como merecería, así que expondré de forma un poco impresionista tres cuestiones, sugiriendo y señalando más que demostrando.

I. La alianza temporal de parte de la PMC con la burguesía en crisis sirvió para bloquear cualquier resolución progresista de la gran crisis capitalista de la década de los 70. La contrarrevolución neoliberal facilitó un nuevo ciclo de expansión alimentado por la globalización y la financialización de la economía. Como sabemos este ciclo llegó a su punto de inflexión con la gran crisis financiera de 2007-2008, que volvió a provocar situaciones que nos son familiares hoy en día: una crisis de legitimidad, que a su vez causa una crisis de identidad en la nueva PMC; el debate en el seno de esta entre sus aspiraciones superadoras del sistema y su voluntad de integración en el mismo; la tensión entre la alianza y el enfrentamiento con los restos de la clase trabajadora tradicional y con las antiguas clases medias (que ahora yo no son tanto la antigua pequeña burguesía sino la PMC del anterior ciclo expansivo); la instrumentalización de estas disputas por parte de la clase dirigente y sus sicofantes, que buscan romper cualquier solidaridad “por abajo”.

Que vivamos esta especie de repetición no es extraño. Los ciclos de expansión capitalista provocan la creación de capas de profesionales cuya función objetiva es administrar su correcto funcionamiento a todos los niveles. Al terminar un ciclo expansivo, y entrar en el momento de crisis, la posición contradictoria de estas clases gestoras las empuja en dos direcciones opuestas. Su alianza con la clase trabajadora podría facilitar una reorganización o ruptura en clave progresista. Su alianza con la burguesía una reorganización o ruptura en clave reaccionaria. Esto es un fenómeno cíclico, inherente al capitalismo. De hecho ha ocurrido más veces, y los propios Ehrenreich señalan que el nacimiento de los partidos socialistas y comunistas de masas se nutrió en buena medida de antiguos pequeños burgueses lanzados en brazos del proletariado durante el nacimiento y crisis del capitalismo monopolista.

II. La instrumentalización de las diferencias culturales entre (parte de) las clases medias y (parte de) la clase trabajadora no es un fenómeno nuevo. Nuestra moderna obsesión manufacturada con lo posmoderno, woke, queer, vegano o globalista puede parecer un fenómeno único e irrepetible. Pero no hace falta esforzarse mucho para encontrar paralelismos profundísimos con, por ejemplo, los pánicos morales de los años 80 en los EE.UU. sobre el satanismo, la pornografía, los juegos de rol, el SIDA o el comunismo. La diferencia fundamental es que ahora estos pánicos se transmiten más rápido y se asimilan de forma más completa, incluso cuando no existe realmente el tejido social para ello. Quizás el ejemplo más extremo sea el intento por parte de El Confidencial de hacer que cuajase aquí el rechazo a la “Critical Race Theory”, con nulo éxito (¡todo tiene sus límites!).

¿Qué ideas fundamentales podemos encontrar en la intersección del concepto de PMC de los Ehrenreich y las guerras culturales contemporáneas?

  • Primero, y casi resulta violento decirlo, el cisma cultural absoluto entre la PMC y la clase trabajadora es una fantasía. Hay proletarias veganas y clases medias fanáticamente anti-queer. Lo único cierto es que por motivos elementales de sesgos sociales, tiempo, formación y visibilidad, entre otros, las cabezas más reconocibles de la “vanguardia cultural” política tenderán a ser de la PMC. Esto ocurre, de hecho, en el mundo de la cultura en general.
  • Segundo, y resulta violento que esto no se diga más, los críticos furibundos de las “desviaciones culturales” de las clases medias son sistemáticamente, casi sin fallo, ellos mismos miembros de la clase media. Contraponen la decadencia cultural de la clase media a la pureza tradicional sin complicaciones de un pueblo trabajador idealizado, del que ellos no forman parte. Al análisis complejo y aburrido de nuestra derrota le sustituyen pánicos artificiales que comienzan como peleas entre miembros de la clase media pero que tienen como objetivo evitar la alianza entre los elementos progresistas de la PMC y la clase trabajadora tradicional. Exactamente igual que en el anterior momento de gran crisis capitalista.
  • Tercero, solo partiendo de la honestidad sobre nuestra propia situación social podremos avanzar políticamente. La ofuscación sobre la realidad de la composición de clase actual solo puede llevar a dos caminos. O bien al análisis impotente y saturado de todos los vicios que ya he mencionado, más algunos otros que se podrían mencionar (la primera crítica de Alberto Garzón a “La trampa de la diversidad”, por ejemplo, sigue siendo una explicación excelente del abuso de la falacia funcionalista en las guerras culturales). O bien al enquistamiento de la hostilidad y a una espiral de radicalización reaccionaria, en la que enormes capas de la población caen a gran velocidad en todos y cada uno de los pánicos culturales de moda, haciendo cada vez más difícil una alianza política progresista con suficiente densidad.

III. Finalmente los Ehrenreich arrojan luz sobre un fenómeno tozudo: la preponderancia de personas de clase media en el activismo político. Al igual que en los años 60 y 70 la posición social de ciertas personas, su formación, sus intereses, su forma de vida, les hacen especialmente proclives a la búsqueda de salidas progresistas en momentos de crisis. En otros momentos históricos, como a principios del siglo XX, serían un grupo entre otros (quizás un grupo especial), pero con la desmovilización general de la clase trabajadora su peso cuantitativo va ganando más importancia.

Esto “explica” la naturaleza, objetivos y límites de fenómenos como Occupy y el 15M, por ejemplo, sobre lo que ya se ha escrito mucho. De hecho fue en la transición del 15M al primer Podemos en la que realmente hubo una superación momentánea de ese predominio unilateral de la PMC. En la época del cuasi-sorpasso necesariamente confluyeron los elementos progresistas de la nueva PMC (joven, precaria) con la vieja clase trabajadora y la PMC del anterior ciclo de expansión (tanto de la izquierda tradicional como de parte del PSOE). Fue un ejemplo de cuál es a día de hoy el único camino para articular mayorías políticas con alguna posibilidad de alcanzar el poder. En la feliz expresión de Gabriel Winant, la alianza de los trabajadores precarios y los trabajadores con enormes deudas (“low-wage workers and high-debt workers”).

Los Ehrenreich “explican”, finalmente, el porqué del origen de clase de los perfiles dominantes en la parte más activa del movimiento feminista, ecologista, etc. No son desviaciones de un patrón puro de organización proletaria, como repiten los voceros de clase media de la burguesía más reaccionaria. Son la forma necesaria de politización de una clase estructuralmente imprescindible en el capitalismo monopolista. La cuestión no es aplastarlos o negarlos desde una teoría casposa, sino conseguir que se articulen (articularnos) de manera efectiva con el resto de clases trabajadoras. Que consigamos ser esa amplia clase trabajadora que deseamos ser, pero que no somos. Pasar de la abstracción económica a la concreción política. Esta es la única manera de ganar, la única base social posible de nuestro proyecto.

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Jamie Larson
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